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Viendo tras la coraza y el escudo.

Develando la soledad del apego evitativo

Hola otra vez. Me encanta verte nuevamente, en tus ojos leo que te la semilla de la intriga echó raíces, y nos encontramos una vez más para seguir hablando del apego. Maravilloso tema, tremendamente importante. El apego es ese fenómeno psicológico que resulta tremendamente sigiloso hasta que se convierte imposible de ignorar, y en este mes de amor y amistad cobra especial importancia hablar del tema.

En el artículo pasado te compartí las generalidades sobre el apego, y el día de hoy te voy a hablar de uno de los tres estilos vinculares de apego que las investigaciones de Ainsworth (1978), Bowlby (1993), Hazan y Shaver (1987) y Serván (2023) nos han mostrado que son los que podemos experimentar.

Hoy vamos a hablar del apego evitativo. Te preguntarás: ¿qué es un apego evitativo? Ainsworth (1978) y Serván (2023) explican que un “apego evitativo se caracteriza por una aproximación cognitiva a los sucesos, sobrerazionalizando todo buscando evadir sentir una conexión emocional con los eventos” (Serna, 2023). Es un estilo caracterizado por una sobreregulación afectiva, es decir, que no se permiten a sí mismas/os sentir las emociones y sentimientos por miedo a que esa intensidad les lastime.

Así mismo, son estilos en que la información relevante proviene de la cognición, entonces pueden ser personas que se concentren mucho en lo que piensan, y se autodenominan como
racionales, se valen mucho de argumentos para protegerse y desconectarse emocionalmente, desvincularse de la experiencia de las otras personas, y tienden a buscar imponer su postura en tanto piensan que de esta manera protegen su integridad, sacrificando un contacto
vivencial con las experiencias alrededor.

Pero ¿cómo aprendemos a tener un estilo vincular evitativo? Como te conté, eso se aprende cuando “el/la bebé expresa su malestar, llorando normalmente, y la persona que lo cuida responde de una forma específica” (Serna, 2023); en este caso, dice Serván (2023), las respuestas son de rechazo, ya sea verbal (“no me molestes”, “no me interesa”, “no es para
tanto”) o no verbal (“mirar a otro lado”, “dejar llorar sin atender”), una aversión al contacto, es decir cuidadores/as que evitan a los/as bebés-niñas(os) cuando estos expresan su malestar, y una rigidez, es decir, no ceden sus posturas ante ese dolor que le están expresando sin importar lo intenso.

También, según Serván (2023), ante situaciones de separación con las figuras de cuidado, en las relaciones de estilo vincular evitativo, el/la infante tiende a distanciarse, evitando al/la cuidador/a, acomodándose a ese comportamiento distante que te conté previamente.

La pregunta más pertinente ahora es: ¿esto qué tiene que ver conmigo hoy en día, que ya no soy niño/a? La respuesta: tiene todo que ver. Te conté anteriormente que según Hazan y Shaver (1987), Ainsworth (1978) y Bowlby (1993), esos aprendizajes de la infanciaconfiguran la forma en que, de jóvenes y adultos/as vivimos y expresamos el amor y la amistad. Es decir, toda relación donde pongamos nuestra vulnerabilidad.

¿Cómo sé yo si estoy viviendo un apego evitativo en mis relaciones? Muy fácil, puedes hacerte las siguientes preguntas:

Mientras más veces hayas respondido “sí”, más probable es que tu estilo dominante de vinculación y apego sea evitativo. Sin embargo, como te he contado previamente, no en todas nuestras relaciones nos vinculamos de la misma manera. 

De acuerdo con Serván (2023), los estilos de apego que aprendemos en la infancia terminan configurando la forma en que expresamos la vulnerabilidad en la adultez, y es claro que expresar la vulnerabilidad es uno de los ejes centrales de las relaciones de pareja, románticas y de amistad. Además, es evidente la relación cercana entre apego y autoestima, ya que ese
miedo que sientes a expresar la vulnerabilidad afecta la forma en que te ves a ti mismo/a y tu autoimagen.

Es posible que te hayas encontrado alguna vez con el término “relaciones tóxicas”, que realmente son relaciones en que los conflictos se abordan de manera violenta en vez de una forma constructiva y pacífica. Estas relaciones suelen tener de base unos estilos de apego emocional inseguros (ansioso o evitativo) donde ambas personas están sufriendo e intentando conectar con la otra sin sentirse reconocida y/o cuidada. ¿Te suena familiar? Este texto es el mensaje que estabas esperando: este es el momento de preguntarnos si estamos escogiendo parejas y amistades desde el miedo a que nos hagan daño, o desde el amor que tenemos para dar y que queremos compartir con esas personas.

Es por esto que te invitamos a reflexionar sobre cómo has vivido hasta ahora ese amor y cómo quieres vivirlo de aquí en adelante. Si te sientes identificado/a con lo que has leído hoy, quiero que sepas que no estás condenada/o a vivir tus relaciones desde un estilo de apego evitativo; en CreSentia reconocemos la importancia de fomentar y entrenar estilos de apego seguro en los procesos terapéuticos que velen por tu bienestar emocional, por lo que sabes que puedes contar conmigo y con el equipo de terapeutas para acompañar tu proceso hacia vivir un amor más seguro.

Espero sigamos en contacto, sabes que aquí estamos para ti, como equipo CreSentia, para acompañarte en los distintos desafíos de la vida, y que logremos ese objetivo de dejar de vivir en automático para construir vidas con sentido.

 

Un abrazo.

Referencias
Ainsworth, M. D. S., Blehar, M. C., Waters, E., & Wall, S. (1978). Patterns of attachment:
A psychological study of the strange situation. Lawrence Erlbaum.
Bowlby, J. (1993). El Apego y la pérdida. Ediciones Paidos Iberica.
Hazan, C., & Shaver, P. (1987). Romantic love conceptualized as an attachment process.
Journal of Personality and Social Psychology, 52(3), 511–524.
https://doi.org/10.1037/0022-3514.52.3.511
Serván, I. (2023). Desorganización del apego. Clínica y psicoterapia con adultos. Editorial
Desclée de Brouwer, S. A.
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